domingo, 18 de abril de 2010

Mis besos al Ahuehuete del Tule

Nos abrieron el candado del pequeño portal que protege al gran Tule y amablemente nos dejaron pasar. No me lo creía, estar tan cerca de ese árbol tan soñado. Iba casi de puntillas, el respeto era tan inmenso como su grandeza. Augusto venía detrás documentando estos instantes irrepetibles.

No podía pedir más: acababa de hablar con mamá y abuela, iba con mi compañero de vida y viaje, y el azúcar estaba bien después de un delicioso desayuno. El color y el calor te hacen ver con otros ojos el ambiente, y para muestra, las sandalias Havaianas y la camiseta oxaqueña que me compré en la tarde anterior, más contrastado si se compara con la ola de frío polar que estaba pasando por la terriña.

El tronco del Ahuehuete del Tule es tan espectacular que besé al azar el primer "cachito" que encontré cómodo para ello. A diferencia de la mayoría de los árboles besados es imposible que nadie lo pueda abrazar por completo, pues el tronco de tan ancho que es, parece más plano que redondo; y claro que tampoco iba a darle un beso de compromiso (que habelos hailos), de esos de acercar la cara y con los brazos atrás, como mírame y no me toques.

No, este no era el caso. Era el Árbol que me animó a viajar (además de conocer a la familia de Puebla) y tenía que disfrutarlo, por eso lo besé y abracé varias veces.

En las fotos no se puede apreciar esa inmensa presencia al estar tan cerca de él. El Abuelísimo de los árboles que sabe miles de historias. Donde anidan palomas y secretos. Me sentí una auténtica privilegiada. Recordé que llevaba meses presentando proyectos alternativos para llegar hasta aquí y nada salía, y también que en las entrevistas de noviembre todos lo veían como un sueño inalcanzable y demasiado lejano.

Pues no fue así. Llegamos. Llegué... y seguí besándolo y abrazándolo en sus infinitas arrugas. Me acordé de mucha gente. Sentí una serenidad especial y hasta una tranquilidad reguladora de glucosas.

Un gran sueño cumplido. Se lo dedico en especial a Augusto por estar conmigo SIEMPRE, por entenderme y compartir sueños, y a toda mi gente que sabía que iba a dejar un beso-de-árbol tatuado en el gran Ahuhuete del Tule.

Fue el martes 15 de diciembre de 2009 que pude saludar agradecida, emocionada y cariñosamente al gran Ahuehuete del Tule en Santa María del Tule (Oaxaca, México).


Fotos: Augusto Metztli



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